OPINIÓN | La encuesta Latinobarómetro y las contradicciones de América Latina
Por Jorge Castañeda, CNN en Español
Nota del editor: Jorge G. Castañeda es colaborador de CNN. Fue secretario de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003, durante el gobierno de Vicente Fox Quesada. Actualmente es profesor de la Universidad de Nueva York y su libro más reciente, “America Through Foreign Eyes”, fue publicado por Oxford University Press en 2020. Las opiniones expresadas en esta columna son únicamente del autor. Puedes encontrar más artículos de opinión en CNNE.com/opinion.
Cada año desde la década de los 90, la corporación sin fines de lucro Latinobarómetro, fundada y dirigida por Marta Lagos, hace una encuesta sobre el estado de la democracia –y en realidad sobre muchos otros temas– en América Latina. Algunos de los resultados sobresalientes son publicados cada 12 meses en la revista The Economist, con un comentario de Michael Reid, exautor de la columna Bello, una referencia al prócer Andrés Bello. Pero la seriedad de la encuesta, junto con la longevidad de la serie, siempre ofrecen novedades y hallazgos que rebasan cualquier resumen o síntesis.
Se hicieron más de 19.000 entrevistas, en 17 países, incluyendo los más poblados de la región: Brasil, México, Colombia y Argentina, que tiene financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la Agencia Española de Cooperación Internacional, la Organización de Estados Americanos, la Corporación Andina de Comercio, entre otros. Podríamos señalar, de entrada, que una de las características principales de este año reside en el carácter contradictorio de las respuestas.
Comenzando por el estado de la economía, el 2024 se presenta como el año de mayor optimismo sobre la economía personal y de la familia: 52% de los latinoamericanos consideran que su situación económica será mejor el año que viene que en la actualidad. Se equivocan: la gran mayoría de los expertos pronostican un bajo crecimiento para 2025. Los casos de México y de Brasil se antojan emblemáticos: 64% de los brasileños y 59% de los mexicanos respondieron en la encuesta Latinobarómetro que su situación económica será “mucho mejor o un poco mejor”, cuando en ambos países se espera una expansión casi nula en 2025.
Esta percepción sobre la economía personal choca con la proyección del panorama de la economía nacional en cada país. Solo el 14% de los latinoamericanos la consideran muy buena o buena, aunque el 27% piensa que está mucho mejor o un poco mejor que hace 12 meses, creencia también falsa si nos remitimos a los números. El estudio concluye que lo que llama la presión de expectativas, es decir la diferencia entre la percepción de la economía personal y la del país, es la más alta desde 1995: “Una contradicción que pone presión a los gobiernos ya que no es posible que les vaya bien a todos los nacionales y al mismo tiempo no mejore la economía nacional”, se lee en el informe.
Esta misma actitud contradictoria se manifiesta en el tema de la seguridad, la delincuencia o la violencia. El país donde la delincuencia es vista como el tema más importante es Ecuador, con 49%, que en efecto desde hace un tiempo enfrenta niveles inéditos de violencia. Pero el segundo es Chile, cuyo número de homicidios por 100.000 habitantes es de los más bajos de la región (aunque ha aumentado). Honduras, cuyo nivel de homicidios es de los más elevados del continente, refleja una tasa de preocupación por seguridad de apenas un 12%. La encuesta concluye que “es un mal indicador del problema real, y un muy buen indicador del miedo al respecto”.
Otra contradicción: el 79% de los latinoamericanos se encuentran muy o bastante satisfechos con su vida, siendo Costa Rica y Uruguay los de mayor índice (89% y 87% respectivamente), como es lógico dados los niveles de vida de esas naciones, pero Guatemala y El Salvador son los que siguen. En el caso del segundo país, quizás se entiende la satisfacción debido a la caída de la violencia, pero es difícil comprender por qué casi nueve de cada diez guatemaltecos expresan un sentimiento tan positivo con su vida. Sobre todo que cuando se pregunta si el país está progresando, está estancado o en está en retroceso, el 28% de toda la región considera que hay progreso, pero el 45% piensa que su país se halla estancado. Solo el 19% de los guatemaltecos, por ejemplo, sienten que su país está progresando.
Algo semejante sucede con el apoyo a la democracia, que en general sube y supera la mitad de la población. La elevación del porcentaje de aprobación en 2024 frente al año anterior se debe en buena medida a un fuerte incremento en, entre otros, México y Argentina, dos países donde hubo elecciones o la llegada de un gobierno nuevo. Y, sin embargo, más o menos la mitad de los latinoamericanos consideran que o bien el tipo de régimen no importa, o bien que en ciertas circunstancias un régimen autoritario puede resultar preferible. Y a la pregunta que siempre formula Latinobarómetro en términos “churchillianos”, esto es, si se está de acuerdo con la frase que “la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno”, se detecta en algunos países una diferencia importante entre el apoyo difuso a la democracia y el apoyo explícito. Este es sobre todo el caso en México y Brasil, donde el estudio discierne una incongruencia importante entre el apoyo general a la democracia y la disposición de aceptar regímenes autoritarios en ciertos países.
Pero la mayor contradicción consiste en la (in)satisfacción con la democracia en cada país. Aunque en relación con 2020, el porcentaje de insatisfechos desciende cuatro puntos, casi dos tercios de los encuestados se sienten insatisfechos con el funcionamiento de la democracia en su país. ¿Cómo es que, por un lado, existen niveles relativamente fuertes de aprobación a la democracia como forma de gobierno, y por el otro imperen índices de insatisfacción tan elevados con el funcionamiento de la democracia? En el balance de Latinobarómetro, Uruguay es el país más consistente. Es el que arroja la mayor satisfacción con la democracia y los más altos niveles de apoyo. México termina siendo el más paradójico: “El caso de México no debe conducir a engaño: carece de demócratas insatisfechos porque tiene pocos demócratas; su satisfacción es superior al apoyo a la democracia”.
La contradicción se torna más flagrante cuando se pregunta para quién se gobierna. Casi tres de cada cuatro latinoamericanos consideran que su país es gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio. Tienen razón, en mi opinión, y este sentimiento abarca también a naciones gobernadas por partidos de izquierda (Brasil, Venezuela, Colombia, Chile, México -éste último con el menor porcentaje de pesimistas-). Pero es evidente la debilidad o la escasa profundidad de la democracia en América Latina si a pesar de decir que la apoyan, los ciudadanos consideran que no produce gobiernos que actúen a favor de sus intereses.
La conclusión de todo esto es, lógicamente, contradictoria también. Los electores votan, y este hecho constituye un avance enorme en el contexto de la historia de la región. Pero con frecuencia votan en contra de sus intereses, y muchos se hallan dispuestos a aceptar lo que sea si se genera la esperanza de que los problemas van a ser resueltos. Se trata de una vieja ilusión y desesperanza latinoamericana, hoy en día ejemplificada por líderes como Nayib Bukele en El Salvador, Javier Milei en Argentina, y Andrés Manuel López Obrador en México. Gracias a instituciones como Latinobarómetro, hoy entendemos esta característica mejor que antes. No significa que seamos menos vulnerables.
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