ANÁLISIS | Cómo Rusia malinterpretó la creciente influencia de Alemania
Juan Pablo Elverdin
(CNN) — Hace dos años, Moscú consideró el enfrentamiento entre Estados Unidos y Alemania por el gasoducto Nord Stream 2 como una prueba de fuego del poder transatlántico.
Rusia había invertido mucho en el gasoducto submarino de más de 1.200 kilómetros (750 millas) que la unía a Alemania y quería aumentar las ventas globales y aumentar su influencia económica sobre Europa y sus industrias pesadas hambrientas de energía. Alemania, uno de los principales consumidores, estaba de acuerdo desde el principio. Washington no.
Estados Unidos no quería que el nuevo suministro submarino de gran capacidad sustituyera a las antiguas líneas terrestres que transitaban por Ucrania, proporcionando unos ingresos vitales a los dirigentes de Kyiv, cada vez más orientados hacia Occidente.
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Rusia razonó que si Washington bloqueaba Nord Stream 2, como finalmente ocurrió, demostraría que el poder europeo ya no fluía a través de Berlín, sino a través de la Casa Blanca.
Transcurridos dos años, la lectura de esa dinámica transatlántica después de Angela Merkel, y en particular después de la fallida invasión de Ucrania por el presidente Vladimir Putin, se ha convertido en una de las cuestiones políticas más acuciantes para el Kremlin.
Raro momento de férreo liderazgo
La negativa del canciller de Alemania, Olaf Scholz, a “dejarse presionar” para enviar tanques en solitario a Ucrania —en lugar de mantenerse firme y exigir al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que se una a él en la empresa, arriesgándose a la ira de Putin— ha demostrado que la dinámica de poder transatlántica cambió.
Europa ha tardado en reaccionar ante las profundas fisuras de la política estadounidense y la incertidumbre que otra presidencia al estilo de la de Trump podría provocar en sus aliados. Décadas de una confianza razonablemente inquebrantable, si no total, en Estados Unidos, han sido sustituidas por un obstinado pragmatismo europeo, y Alemania lidera el camino.
En esta foto proporcionada por la Oficina de Prensa del Gobierno Alemán (BPA), el canciller alemán Olaf Scholz (derecha) habla con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky el 16 de junio de 2022 en Kyiv, Ucrania. (Foto: Jesco Denzel/Bundesregierung vía Getty Images)
La excanciller Merkel era la brújula moral de Europa. Scholz ha encontrado un inesperado metal en su ponderosa coalición de gobierno, a menudo un semáforo de “frenar/avanzar/esperar, y el miércoles de la semana pasada se ganó un atronador aplauso en el Bundestag alemán al mostrar un raro momento de férreo liderazgo.
En su cumbre de marzo del año pasado, los líderes de la OTAN acordaron equipar, armar y entrenar a Ucrania según los estándares de la OTAN. No sería miembro, pero el mensaje a Moscú fue inequívoco: en los próximos años, Ucrania tendría el aspecto y lucharía como si estuviera en la OTAN.
La actual metamorfosis de Ucrania de fuerza soviética heredada a clon de la OTAN no ha consistido solamente en la mecánica o incluso la diplomacia de conseguir carros de combate, vehículos de combate, defensas aéreas y artillería, sino en atraer a los casi mil millones de habitantes de los países miembros de la OTAN junto con sus políticos. Scholz insistió en ello el miércoles en el Parlamento.
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“Confíen en nosotros”, dijo, “no les pondremos en peligro”. Explicó cómo su gobierno había gestionado ya la agresión rusa y cómo los temores a un invierno gélido y al colapso económico no se hicieron realidad. “El gobierno hizo frente a la crisis”, dijo, y añadió: “Estamos en una posición mucho mejor”.
Los aplausos a cada paso de su cuidadosamente elaborado discurso hablaron tan alto como sus palabras. En resumen, Scholz acertó con Alemania, llevando consigo a una población típicamente reacia a la guerra y a proyectar su propio poder, y profundamente dividida sobre hasta qué punto debería ayudar a Ucrania a matar rusos y enfadar potencialmente al Kremlin.
¿Se enfría Putin con la escalada?
Pero si en Europa Scholz parece haber arrancado algún vestigio de influencia sobre Estados Unidos en la guerra de Ucrania, en Moscú no creen que su nuevo vigor cambie gran cosa.
Andrey Kortunov, director general del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales, afirma que en Moscú “la mayoría de la gente cree que Biden lleva la voz cantante”.
De hecho, en lugar de que Alemania tenga más influencia, dice, “el liderazgo estadounidense parece más fuerte que nunca”.
No obstante, los diplomáticos rusos han estado haciendo pública su animadversión hacia Occidente a ambos lados del Atlántico.
El embajador de Rusia en Alemania dijo que la medida de Berlín de enviar tanques era “extremadamente peligrosa” y acusó a Scholz de negarse a “reconocer su responsabilidad histórica [de Alemania] ante nuestro pueblo por los horribles crímenes del nazismo”. Mientras tanto, su homólogo en Washington acusó a la Casa Blanca de “flagrante provocación” y a Biden de estar empeñado en la “derrota estratégica” de Rusia.
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Dmitri Medvédev, expresidente ruso y vicepresidente de su Consejo de Seguridad Nacional, ha afirmado que Rusia nunca se dejaría derrotar y que utilizaría armas nucleares si se viera amenazada.
Curiosamente, más cerca del Kremlin, las declaraciones son menos belicosas, lo que indica que Putin quizá se esté enfriando ante una escalada nuclear.
En respuesta a la decisión de Biden y Scholz sobre los tanques, el portavoz de Putin, Dmitry Peskov, dijo que añade “tensión al continente, pero no puede impedir que Rusia alcance nuestros objetivos”.
Berlín quiere las manos en los mandos
Los mensajes contradictorios tienen confundidos a algunos moscovitas con los que habló CNN tras los anuncios de Biden y Scholz sobre los tanques. Algunos dijeron que Rusia ganaría a pesar de todo, y agruparon a Estados Unidos y Alemania como los perdedores, pero una proporción significativa estaba preocupada por la guerra, consternada por el elevado número de muertos y frustrada porque Putin ignorara sus preocupaciones.
No está claro hasta qué punto Scholz es consciente del debilitamiento de la popularidad de Putin o si lo considera relevante en este momento, pero sus acciones ahora, enviando tanques, pueden ayudar a aliviar el férreo control de Putin sobre el poder.
El pragmático Scholz, que tardó en reconocer la amenaza rusa, reorientar a Alemania, revitalizar su ejército y aumentar el suministro de armas a Ucrania, ha señalado ahora que Alemania está muy interesada y que, de hecho, quiere tener las manos en los mandos. Dijo que Alemania “coordinaría” los suministros del Leopard 2 de los aliados a Ucrania, un poder que le confiere la legislación alemana y que impide a cualquier comprador de material bélico del país cederlo a un tercer Estado.
Con Scholz al frente de la diplomacia, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, podría ver limitadas sus ambiciones territoriales de restaurar la soberanía de Ucrania en su totalidad, incluida Crimea, antes de las conversaciones de paz con Putin. El canciller de Alemania ha estado a la vanguardia de los líderes amigos que desean un rápido final de la guerra y el restablecimiento de la estabilidad económica en Europa.
Podrían avecinarse debates más prolongados sobre los próximos movimientos militares en Ucrania, lo que probablemente indicará a Zelensky que los suministros de armas estarán más en manos de Alemania y menos dirigidos unilateralmente por Washington.
Puede que este cambio en la dinámica de poder no cambie la forma en que se libra la guerra, pero podría influir en los contornos de un acuerdo final y dar forma a una paz duradera cuando llegue.
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