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ANÁLISIS | Vance utiliza verdades a medias para aleccionar a un público europeo consciente de la amenaza del autoritarismo

Por Nick Paton Walsh, CNN

Parecía un discurso que, de haberse pronunciado en X.com, seguramente estaría lleno de notas de la comunidad.

El vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, sube al escenario en Munich, para destripar el totalitarismo en Europa. Pero no en Moscú, especialmente tras su salvaje invasión de Ucrania. En su lugar, en los aliados de Ucrania en la Unión Europea. El “enemigo interior”, como lo llamó, en Europa, encarcela a los opositores y teme a sus propios votantes.

Para la gran mayoría de la audiencia, tanto en Munich como en el resto de Europa, este es el tuit en el que los comentarios de los lectores toman un giro conspirativo, del tipo “Red-Bull-en-el-sótano-de-mamá-descalzo-a-las-3-a.m.”, y desconectan. Pero mientras Munich esperaba escuchar más detalles sobre el plan de paz para Ucrania, que la administración Trump ha ido modificando públicamente, fueron bombardeados con una extraña letanía posverdad de quejas sobre la guerra cultural y un intento de sembrar serias dudas sobre la integridad electoral en toda Europa.

En primer lugar, se sugirió que la reciente anulación de las elecciones presidenciales en Rumania era, de alguna manera, un intento de negar a los votantes la posibilidad de elegir. Para que quede claro, Rumania solo anuló la primera vuelta de la votación presidencial del año pasado, en la que un candidato prorruso de extrema derecha ganó por muy poco un puesto en la segunda vuelta, porque los tribunales estuvieron de acuerdo con las pruebas de las agencias de inteligencia de Rumania de que hubo una interferencia significativa de Rusia. Vance se oponía al Estado de derecho en Rumania y a que se combatieran el sentimiento prorruso y las injerencias electorales.

En realidad, no está claro a quién se refería cuando dijo que sus aliados europeos estaban censurando a sus oponentes, o “metiéndolos en la cárcel, ya sea el líder de la oposición, o una humilde cristiana rezando en su propia casa, o un periodista intentando informar de las noticias”. Sonaba como la Alemania oriental de los años 50, un mundo geográficamente a solo unos cientos de kilómetros al norte, donde estos horrores de la era soviética siguen siendo recuerdos vivos.

Vance dijo que los “antiguos intereses arraigados” se estaban “escondiendo detrás de feas palabras de la era soviética como desinformación y mala información”. Para ser claros, muchos en la sala habrían vivido la brutal ocupación de la antigua Unión Soviética. No necesitaban que les dieran lecciones sobre cómo el autoritarismo difunde falsedades para justificar el Gobierno deficiente y cruel de una minoría.

El ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius, replicó rápidamente que las palabras de Vance eran “inaceptables”. Se opuso a “la impresión que el vicepresidente Vance ha creado de que las minorías están siendo reprimidas o silenciadas en nuestra democracia. No solo sabemos contra quién defendemos nuestro país, sino también para qué”.

A continuación, Vance lanzó una amplia diatriba sobre la libertad de expresión encadenada en Europa. Citó el caso de un hombre detenido por rezar en silencio cerca de una clínica abortista en el Reino Unido. Las nuevas leyes británicas prohíben la actividad política a menos de 150 metros de las clínicas abortistas para evitar que las mujeres sean acosadas cuando buscan ayuda médica, que no es lo mismo. El aborto es un tema menos candente en Europa que en Estados Unidos, y se produce con mucha menos controversia.

Las quejas de Vance tocan el corazón de una diferencia clave en el papel de la libertad de expresión en Europa y Estados Unidos, una democracia mucho más fresca. En Europa, la libertad de expresión es primordial y está consagrada por ley, pero también lo está la responsabilidad por la seguridad de los ciudadanos. Algunos ordenamientos jurídicos europeos sugieren que esto significa que no se puede gritar falsamente que hay “fuego” en un teatro abarrotado y escapar al castigo si la estampida resultante causa lesiones simplemente porque se tenía derecho a gritar “fuego”. En Estados Unidos, la Primera Enmienda significa que puedes gritar lo que quieras. En la era de los teléfonos inteligentes y después del 11-S, Europa ha prohibido algunas actividades extremistas en Internet. En Alemania sigue siendo ilegal hacer apología de los nazis, y no debería ser polémico ni misterioso por qué. La prensa salvajemente rebelde de toda Europa es un signo vibrante de su libertad de expresión. Y los partidos marginales a los que Vance objetó su ausencia en Munich están creciendo en popularidad. En realidad, no se está cerrando el paso a nadie.

Está claro que Vance había preparado durante mucho tiempo esta diatriba como pistoletazo de salida para el intento de la segunda administración Trump de avivar el populismo en toda Europa. El continente al que se dirigió es un poco más sabio ahora, tras el primer mandato de Trump, con algunos experimentos populistas que ya han acabado en desastre electoral, como en el Reino Unido, donde el Partido Conservador ha sido expulsado del poder.

Vance se dirigió a una sala muy consciente de la amenaza que el populismo de extrema derecha supone para la ideología dominante y moderada, y de los desafíos de la inmigración que han barrido Europa y contra los que Vance arremetió con una xenofobia apenas velada.

Pero la verdadera figura que se cernía sobre la sala a la que se dirigió febrilmente era el jefe del Kremlin, Vladimir Putin. Los pecados de los que se acusaba a la audiencia y a Europa ocurren, en realidad, en Rusia. No se mencionó a Putin. Ucrania solo se mencionó fugazmente. Los malos eran los propios aliados de Estados Unidos. Y la verdadera amenaza para la democracia occidental era ella misma.

No hace falta ser un gran conocedor de la historia para saber que no está bueno hablar así en Munich. Europa ya ha estado aquí antes. Como dijo George Orwell cuando el polvo de la última gran guerra terrestre se asentó en 1949, la “última orden más esencial” del partido era “rechazar la evidencia de tus ojos y oídos”. Vance pidió eso, y lo hizo sonar como una virtud.

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