ANÁLISIS | Los peligros de los atletas de élite que se esfuerzan hasta el límite, y más allá
Luis Ernesto Quintana Barney
(CNN) — Las imágenes son dramáticas e impactantes y es por eso que han sido vistas en todo el mundo.
Anita Álvarez está inconsciente en el fondo de la piscina tras finalizar su rutina en el Campeonato Mundial Acuático de la FINA. Sus rodillas tocan las baldosas, sus brazos están fláccidos, sus ojos están cerrados. Más tarde, nos enteramos de que no estaba respirando.
¿Qué hubiera pasado si su entrenadora, Andrea Fuentes, no se hubiera dado cuenta de que los pies de la nadadora parecían más pálidos de lo normal, lo que la puso en alerta máxima, y qué si no hubiera reaccionado como un rayo saltando para salvar a su atleta cuando vio que la estadounidense estaba hundiéndose en lugar de elevarse para respirar?
Andrea Fuentes relata el rescate de Anita Álvarez: No me pregunté si tenía que ir o no, no iba a esperar”
Al final, como ha dicho Fuentes a numerosos periodistas tras el increíble rescate del miércoles, todo salió bien. Pero las extraordinarias imágenes capturadas por el fotógrafo Oli Scarff resaltan cómo lograr cosas extraordinarias a menudo puede tener un costo.
Quizás para aquellos que nunca ven nado sincronizado, o solo lo hacen cada cuatro años en los Juegos Olímpicos, lo más sorprendente de todo es escuchar a los involucrados en este deporte hablar sobre cómo lo que le pasó a Álvarez en Budapest es un riesgo que viene con el deporte.
Álvarez (izquierda) fue rescatada por su entrenadora, Andrea Fuentes, cuatro veces medallista olímpica en nado sincronizado.
De hecho, esa era la segunda vez que Fuentes rescataba a Álvarez. El año pasado, saltó a la piscina durante un evento de clasificación olímpica para poner a salvo a la joven de 25 años.
Fuentes le dijo a CNN esta semana que los nadadores suelen contener la respiración durante períodos prolongados para mejorar su capacidad pulmonar, pero dijo que esas prácticas nunca iban en contra del consejo médico.
La ex nadadora artística española Gemma Mengual, tres veces atleta olímpica, describió sentir una sensación de hormigueo en la cara, casi desmayarse en la piscina y abandonar una rutina por miedo a lo que podría pasar.
“Es un deporte muy exigente. Siempre ibas al límite. Siempre salía asustada cuando competía”, dijo a Atresmedia de España.
Y eso, en esencia, es de lo que se trata el deporte de élite. Se trata de llevarte al límite, física y mentalmente; en el entrenamiento, en la competición, día tras día, año tras año, porque ahí se ha puesto el listón, en todos los deportes.
“Hay pequeños precios que está bien pagar”
Los nadadores sincronizados pueden lucir serenos, bailando en forma de ballet en el agua. Están preparados, sonríen, encantan a las multitudes. Rayos, incluso hay música, maquillaje y lentejuelas.
Todo parece sencillo, pero eso se debe a que aquellos que sobresalen siempre lo hacen parecer así. No significa que no haya dolor antes, durante o después.
Mira debajo de la superficie y hay peligros. Ser golpeado o pateado es un lugar común para las nadadoras artísticas que actúan al unísono a unos metros de distancia, a menudo durante hasta cuatro minutos. Actuar boca abajo y contener la respiración durante períodos prolongados también puede causar mareos y visión borrosa. La conmoción cerebral es incluso un problema, según lo informado por el New York Times, en lo que es esencialmente un deporte de contacto.
“He sido atleta toda mi vida, durante 20 años en la piscina… a veces, hay pequeños precios que está bien pagar”, dijo Fuentes a CNN.
“Y en todos los deportes, si conoces a algún atleta de alto rendimiento, eso es parte de la belleza: superar tus límites y crecer a partir de ello”.
Miembros del equipo de Estados Unidos reaccionan cuando Anita Alvarez es atendida por personal médico.
En el deporte no hay grandeza sin sacrificio. No hay manera de ser muy, muy bueno sin sacrificio. Los atletas de élite son los mejores en su deporte, y aunque no todos pueden ser los mejores de todos los tiempos, siguen siendo los mejores del mundo en lo que hacen, y para ser tan buenos debes poseer ciertas características. Talento, sí, determinación, sin duda, pero también la capacidad de esforzarse, de vivir la vida al extremo, y eso es difícil.
Se pierden las fiestas, declinan las salidas nocturnas, arruinan las vacaciones familiares, todo por lo que la British Cycling durante su apogeo de la última década describiría como “ganancias marginales”.
Son pequeñas mejoras, refinando todo en un 1%, para aumentar significativamente su rendimiento general; porque cuando la diferencia entre el éxito y el fracaso es una fracción de segundo o una pulgada, cada pequeña cosa importa.
Para British Cycling, eso significó contratar a un cirujano para que enseñara a cada ciclista la mejor manera de lavarse las manos para reducir las posibilidades de resfriarse y elegir el mejor tipo de almohada y colchón para que cada ciclista pudiera dormir lo mejor posible.
Cuando constantemente hacer ese poco más es tu vida, entonces empujarte a ti mismo a tal extremo, o más pertinente, sin saber dónde está realmente el límite, durante la competencia para que tu bienestar, o incluso tu vida, se ponga en peligro, quizás se vuelve más comprensible para el deportista disciplinado.
En una columna de 2012 en The Guardian de Inglaterra, la triatleta Lesley Paterson escribió: “Todos los mejores atletas son un poco locos, un poco obsesivos, muy egoístas y ciertamente no son la norma”.
Anita Alvarez compite antes de colapsar durante la final libre en solitario de nado sincronizado en el Campeonato Mundial FINA.
Quizá por eso los atletas necesitan ser resguardados, atendidos por aquellos que se dan cuenta de que ganar no debe ser a cualquier costo.
¿Pero cuánto es demasiado? En su declaración publicada en Instagram, Fuentes dice que la natación artística no es diferente de otros deportes de alta resistencia.
“Todos hemos visto imágenes en las que algunos atletas no llegan a la meta y otros los ayudan a llegar”, dijo.
Y tenemos. ¿Quién podría olvidar ver las imágenes del triatleta británico Alistair Brownlee deteniéndose para ayudar a su hermano en apuros y casi cargándolo antes de lanzarlo sobre la línea de meta?
En los Juegos de la Commonwealth de Gold Coast, el escocés Callum Hawkins se perdió el oro del maratón masculino después de desplomarse y golpearse la cabeza contra una barrera al borde de la carretera, a dos kilómetros del final en el calor abrasador de la costa este.
También está, por supuesto, la historia del ahora mitificado corredor griego Pheidippides, la inspiración para el maratón moderno. ¿Anunció la victoria de Grecia sobre los persas y se derrumbó fatalmente después de correr de Maratón a Atenas? Depende de a quién le preguntes.
Hace miles de años el deporte vino con riesgo, y todavía lo hace. En 2008, 11 escaladores murieron en la búsqueda de llegar a la cima del K2, la segunda montaña más alta del mundo, cuando una avalancha de hielo derribó una cuerda fija que usaban los escaladores.
El testigo que capturó el rescate en vivo de Anita Alvarez 1:29
No obstante, los atletas de élite tienden a diferenciar entre riesgo y consecuencia. Para Alex Honnold, ampliamente considerado como el mejor escalador de todos los tiempos, el riesgo de escalar rocas vertiginosas sin cuerda es bajo, la consecuencia, que podría ser la muerte, por supuesto, es alta.
En 2017, el estadounidense se convirtió en la primera persona en escalar el monolito El Capitán de 975 metros sin cuerdas, una habilidad conocida como “free soloing”. Intentar la hazaña fue, le dijo a CNN hace unos años, “lo de siempre” y se basó en décadas de práctica.
Y es esa práctica, las miles de horas dedicadas a perfeccionar un oficio, es lo que la persona corriente no ve. El producto final suele ser una actuación impecable, que realza el estatus del atleta como un ser de otro mundo, razón por la cual una caída o un rescate dramático se convierte en noticia de primera plana en todo el mundo.
Lo que sucedió en Budapest esta semana fue un recordatorio de que los atletas de élite, aunque están lejos del promedio, también son humanos.
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