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ANÁLISIS | El enviado de Trump a Ucrania tiene un plan para acabar con la guerra con el que Putin puede deleitarse

Julia Hernández

(CNN) — En un solo post, el presidente electo le dijo al mundo cómo podría ser el final de la guerra de Ucrania. Y va a ser una gran petición diplomática, por decir lo menos.

“Estoy muy contento de proponer al general Keith Kellogg para servir como asistente del presidente y enviado especial para Ucrania y Rusia”, escribió Trump en su canal de Truth Social. “Juntos, aseguraremos la PAZ A TRAVÉS DE LA FORTALEZA, y haremos que Estados Unidos, y el mundo, ¡VUELVAN A ESTAR SEGUROS!”.

Al escoger a Keith Kellogg como su enviado especial a Ucrania, Donald Trump también ha elegido un plan muy específico y preanunciado para el asunto de política exterior más espinoso que tiene entre manos.

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Kellogg, exasesor de seguridad nacional de Trump, de 80 años, expuso su plan de paz con cierto detalle, escribiendo para el instituto de política America First en abril.

Comienza llamando a la guerra “una crisis evitable que, debido a las políticas incompetentes de la administración Biden… ha enredado a Estados Unidos en una guerra interminable”.

En resumen, un alto el fuego congelará los frentes y ambos bandos se verán obligados a sentarse a la mesa de negociaciones. Pero es en los detalles más largos donde todo se complica.

Keith Kellogg habla durante una audiencia del Comité de Servicios Armados del Senado sobre el conflicto en Ucrania en febrero de 2023. (Crédito: Mariam Zuhaib/AP)

Cambiar la implicación de Estados Unidos

Kellogg dedica la mayor parte del tiempo a reprochar la actuación de Biden, afirmando que su administración prestó muy poca ayuda letal y demasiado tarde. Dice que la decisión de Trump de dar la primera ayuda letal a Ucrania en 2018 transmitió la fuerza necesaria para enfrentarse a Putin, y que el enfoque suave de Trump hacia el jefe del Kremlin –no demonizándolo como ha hecho Biden– le permitirá llegar a un acuerdo.

Kellogg dice que se deberían haber dado más armas antes de la invasión rusa, e inmediatamente después, para que Ucrania pudiera ganar.

Pero es entonces cuando el plan –que según ha informado CNN está considerando el futuro asesor de seguridad nacional de Trump– deja de ser del agrado de Ucrania.

Un militar de la 24ª Brigada Mecanizada de las Fuerzas Armadas de Ucrania dispara un obús autopropulsado 2S5 “Hyacinth-S” hacia las tropas rusas en una línea del frente. (Crédito: Fuerzas Armadas de Ucrania/Reuters)

Kellogg dice que Estados Unidos no necesita involucrarse en otro conflicto, y que sus propias reservas de armamento han sufrido por ayudar a Ucrania, dejando al país potencialmente expuesto en cualquier conflicto con China por Taiwán. Dice que el ingreso de Ucrania en la OTAN –en realidad una perspectiva muy lejana, ofrecida provisionalmente a Kyiv como muestra de solidaridad simbólica– debería suspenderse indefinidamente, “a cambio de un acuerdo de paz global y verificable con garantías de seguridad”.

Sobre todo, el plan dice que debe convertirse en “una política formal de EE.UU. buscar un alto el fuego y un acuerdo negociado”.

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Dice que la futura ayuda estadounidense –probablemente concedida en forma de préstamo– estará condicionada a que Ucrania negocie con Rusia, y que Estados Unidos armará a Ucrania en la medida en que pueda defenderse y detener cualquier avance ruso antes y después de cualquier acuerdo de paz. Esta última sugerencia quizá esté fechada por el rápido avance moscovita que se está produciendo en el este de Ucrania, y el alto nivel actual de ayuda estadounidense ya incomoda a Kellogg.

Kellogg da crédito parcialmente a un artículo de 2023 de Richard Haas y Charles Kupchan por algunas de las siguientes ideas.

Congelación de los frentes

Se congelarían las líneas del frente mediante un alto el fuego y se impondría una zona desmilitarizada. Por aceptarlo, Rusia obtendría un alivio limitado de las sanciones, y un alivio total sólo cuando se firme un acuerdo de paz que sea del agrado de Ucrania. La reconstrucción de Ucrania se sufragaría con una tasa sobre las exportaciones rusas de energía. A Ucrania no se le pediría que renunciara a recuperar los territorios ocupados, pero sí que aceptara hacerlo únicamente por la vía diplomática. Acepta que “esto requeriría un futuro avance diplomático que probablemente no se producirá antes de que Putin deje el cargo”.

Es un planteamiento muy sencillo y rápido. Pero no tiene en cuenta lo que Moscú exigirá y para lo que ha utilizado el proceso diplomático en el pasado: para perseguir cínicamente avances militares. La congelación de los frentes precipitará unos meses muy violentos en los que Moscú intentará hacerse con todo el terreno que pueda. En el pasado, el Kremlin ha hecho caso omiso de los alto el fuego y ha perseguido sus objetivos territoriales, a menudo negándolo rotundamente.

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Una zona desmilitarizada tendría que ser vigilada, posiblemente con tropas de la OTAN, o soldados de otras naciones no alineadas, entre los dos bandos. Sería, como mínimo, difícil de mantener y dotar de personal. Sería enorme, abarcaría cientos de kilómetros de frontera y supondría una enorme inversión financiera.

Armar a Ucrania hasta el punto de que pueda detener los avances rusos presentes y futuros también será difícil. El plan señala que Estados Unidos fabrica 14.000 proyectiles de artillería 155 al mes, que Ucrania puede agotar en sólo 48 horas. Paradójicamente, Kellogg quiere que Estados Unidos arme más a Ucrania, pero también acepta que realmente no pueden hacerlo.

Los rescatistas ucranianos apagan un incendio en un edificio residencial tras un ataque con misiles en Kyiv en febrero de 2024. (Crédito: Sergei Supinsky/AFP/Getty Images)

Un cambio de valores

Dos líneas ofrecen una visión más amplia del pensamiento del autor. Dice que la seguridad nacional, al estilo del American First, se basaba en necesidades prácticas.

“Biden sustituyó el enfoque de Trump por uno internacionalista progresista que promovía los valores occidentales, los derechos humanos y la democracia”, escribe. Lo que es una base bastante sombría desde la que construir un compromiso sobre la seguridad europea.

Añade que algunos críticos de la ayuda continuada a Ucrania –en los que parece incluirse– están “preocupados por si los intereses estratégicos vitales de Estados Unidos están en juego en la guerra de Ucrania, el potencial de la participación de fuerzas militares estadounidenses y si Estados Unidos está involucrado en una guerra por poderes con Rusia que podría escalar a un conflicto nuclear”.

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Estas dos frases proporcionan el telón de fondo definitivo del acuerdo propuesto: que la guerra de Ucrania tiene que ver con valores que no necesitamos perpetuar, y que deberíamos dar un paso atrás ante la amenaza nuclear de Putin. Es lo contrario de la unidad actual en la que Occidente prioriza los valores de su propio modo de vida y seguridad, basándose en la lección de los años 30 del siglo pasado de que los dictadores apaciguados no se detienen.

El plan ofrece a Ucrania una buena oportunidad para poner fin a la violencia, en un momento en el que está perdiendo en todos los frentes y carece de mano de obra básica, un obstáculo que puede que nunca supere, y algo en lo que Rusia probablemente siempre le aventajará.

Pero inicia un proceso en el que un Putin astuto y engañoso se deleitará. Explotar un alto el fuego y la debilidad occidental es su fuerte, el momento que lleva esperando casi tres años. El plan acepta la fatiga occidental, que su producción de armamento no puede seguir el ritmo y que sus valores son un despilfarro. Tampoco tiene en cuenta lo que hará Rusia para alterar su visión.

Es un compromiso sombrío para una guerra sombría. Pero puede que no acabe con ella y abra, en cambio, un nuevo capítulo en el que la unidad y el apoyo occidentales empiecen a desmoronarse, y Putin se acerque, tanto en la mesa de negociaciones como en el frente, a sus objetivos.

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