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Las mujeres tienen hijos cada vez más tarde y no solo es por priorizar sus carreras

Por Manuela Castro, CNN en Español

Es una típica conversación entre mujeres en una terraza en medio de la ciudad. La Luna se cuela entre los edificios y, a lo lejos, las ruedas de los autos sobre el asfalto son parte del sonido ambiente de esa noche de verano, una de las últimas antes de que empiece a bajar la temperatura en Buenos Aires. Se ponen al día: sus vidas, sus carreras, sus relaciones.

Una de ellas se separó recientemente y, como ocurre en las rupturas, no hay un único motivo, pero tener hijos es uno de ellos. Su ex, bastante mayor, nunca le dio una respuesta clara sobre qué quiere al respecto. ¿Alguna vez decidirá? Ella no quiere cerrarse la puerta.

Otra acaba de ser tía. Tiene un hijo y probablemente, a sus 44 años, ya no tenga otro. Pero su nueva pareja se espantó cuando dijo en voz alta: “Qué lindo, un bebé”. Tampoco entró en razón cuando le explicó que tenía más que ver con un duelo personal que con un deseo a concretar. La distancia entre ellos se instaló.

La tercera resume su situación: nunca se volvió loca con ser madre, y su pareja está negada a planificar las fechas de la búsqueda. Ella no quiere cargar sola con el manejo del calendario. El tiempo pasa y el tictac del reloj biológico acecha.

Están en Buenos Aires, pero podría ser Madrid, Nueva York, Estocolmo o casi cualquier ciudad del mundo.

Y es que, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) -un organismo internacional con sede en París integrado por 38 países, que promueve el desarrollo económico-, en la actualidad las mujeres son madres entre dos y cinco años más tarde que hace 50 años. Y mientras ellas definen su deseo y lidian con el desencuentro con sus potenciales compañeros de crianza, las heladeras en los laboratorios acumulan óvulos congelados que difícilmente terminan siendo fecundados en su totalidad.

A la vez, la natalidad cae. En 1970, la tasa de nacimientos en los países de la OCDE era de 2,84; en 2023, este número se redujo casi a la mitad: 1,45.

El aumento de la educación, el empleo, el retraso en la entrada al mercado laboral, los crecientes problemas de vivienda y, en algunos casos, el apoyo insuficiente a las familias que compaginan el trabajo y los hijos han influido en la disminución de la fecundidad, según establece la OCDE en sus estudios. Pero especialistas advierten que no se trata solo de una elección.

A Marcia Inhorn, antropóloga de la Universidad de Yale, la maternidad le llegó con el apuro de quien se empieza a quedar sin tiempo. Tenía 35 años y una carrera en ascenso, pero sabía, porque sus investigaciones eran precisamente sobre fertilidad, que no le convenía seguir postergando la búsqueda de un hijo.

Aunque no hay un momento exacto, los especialistas sostienen que, a partir de esa edad, la reserva ovárica disminuye considerablemente en cantidad y calidad, a la par que aumentan los riesgos de abortos u otros problemas de salud para la mujer.

Horn estaba en pareja, entonces avanzó y logró quedar embarazada. Tuvo finalmente dos hijos.

“Esos años, entre los 35 y los 40 fueron difíciles. Mis deseos de consolidarme profesionalmente y ser madre chocaban entre sí”, escribió dos décadas después, en un artículo para CNN. Era 2013 y la tecnología de la criopreservación emergía. Inhorn alentaba a las mujeres a congelar sus óvulos.

“Es un cambio tecnológico que podría permitir a las mujeres desafiar la idea de que no pueden tenerlo todo”, decía. Sin embargo, en la actualidad confiesa que ya no se siente tan optimista.

En su libro “Maternidad en hielo: la brecha de apareamiento y por qué las mujeres congelan sus óvulos” (2023) estudia los casos de más de 150 mujeres que optaron por la criopreservación en Estados Unidos.

“Descubrí que muchas de ellas no eligieron intencionalmente esa demora. Fue porque no podían encontrar una pareja reproductiva, una relación estable y comprometida con un hombre. Necesitamos ver la maternidad tardía no siempre como una elección”, dice ahora a CNN.

La misma tendencia se ve reflejada en datos del Instituto Nacional de Estadística de España. El 42% de las mujeres de entre 18 y 55 años afirma haber tenido su primer hijo más tarde de la edad que consideraban ideal, y el principal motivo de ese retraso ―que llega a los 5 años en promedio para las mujeres entre 30 y 45 años o más― fue no tener una relación sentimental estable.

El estudio de Inhorn también aporta sus conclusiones. De 150 mujeres, 36 congelaron sus óvulos por problemas médicos. De las 114 restantes, el 82% lo hizo porque estaban solteras; y el 18% sí estaban en pareja, pero la mitad en relaciones inestables, explica la antropóloga.

“De manera muy simple, la brecha de apareamiento ―la denominación del fenómeno que ofrece la especialista― es que hay mujeres heterosexuales, a menudo en sus 30 años, que esperan lo que yo llamo las tres ‘p’: partnership, pregnancy and parenting (pareja, embarazo y maternidad, en español), pero no pueden encontrar las tres ‘e’: eligible, educated, equal (hombres elegibles, educados e iguales) con quienes puedan construir una familia”, abunda.

La socióloga española Sara Lafuente Funes explica que los cambios que el feminismo generó en la subjetividad de las mujeres impactan las formas en las que se proyecta.

“Por un lado, refuerza y posibilita a las mujeres que no quieren ser madres a no serlo, y eso es positivo en sí mismo; y por otro lado, influye en que se busquen parejas que se impliquen de una forma diferente en la crianza”, explica Lafuente. “Hay una diferencia en cómo ha evolucionado lo que buscan las mujeres y lo que dan y buscan los hombres”, añade.

Todavía en 2025, las mujeres dedican 2,5 veces más tiempo a las tareas de cuidado de los hijos que los hombres, según el último informe de ONU Mujeres, publicado para el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.

“Tenemos muy individualizada y privatizada la responsabilidad de sostener la vida y de reproducirla”, sostiene Lafuente.

Los Estados y las empresas privadas todavía tienen trabajo por delante.

El Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de La Plata (CEDLAS), en Argentina, comparó la participación laboral de las mujeres que son madres con la de aquellas que no tienen hijos en 18 países de América Latina y concluyó que “en aquellos países con normas sociales más igualitarias o mejores políticas de conciliación entre trabajo y familia, los resultados laborales de las madres tienden a ser más parecidos a los de las mujeres sin hijos, es decir, menor es el costo de la maternidad en el mercado laboral”.

Pero los estereotipos siguen haciendo su juego.

En Suecia, la licencia parental es compartida e igualitaria para mujeres y hombres. Ambos progenitores tienen derecho a 480 días en total, 240 para cada uno, transferibles entre sí.

Sin embargo, Amanda Lundeteg, CEO de Allbright, una organización sueca sin fines de lucro que busca visibilizar la desigualdad de género en ámbitos profesionales señala que, si bien las políticas de permiso parental mejoraron la situación, aún no se alcanza la igualdad total: “Actualmente, los hombres toman solo el 31% del permiso parental, mientras que las mujeres toman el 69%”.

“Los estereotipos todavía existen”, señala Lundeteg. “Estos suponen que las mujeres están naturalmente más capacitadas para el cuidado de los hijos, mientras que los hombres deben centrarse en el trabajo”, explica.

Pero hay un camino trazado. “Se ha progresado, pero aún queda trabajo por hacer para cambiar percepciones y comportamientos hacia prácticas más equitativas”, sostiene la CEO de Allbright.

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